sábado, 4 de diciembre de 2010

ORFEBRERÍA COLOMBIANA

Según antiguas versiones la minería y la metalurgia amerindia tuvieron sus ritos y misterios míticos. Posteriormente, la llegada española dio lugar a leyendas sobre fantásticas regiones auríferas, entre ellas, la de El Dorado. Una idea de ancestral data es aquella que le atribuye a los metales participación en la sacralidad de la "Madre Tierra". Los metales nacen y "crecen" en su seno y se transmutan en ella cual maravillosa matriz genésica productora de infinitos embriones metalíferos. Dice el mito:
“Con la fuerza de su luz, / el sol creó el universo. / Y dio vida y permanencia.
También creó el jaguar / con el calor de su poder. / Y la voz del trueno, que es la voz del sol.
El oro, le infundió su potencia y su luz. / Al chamán, el poder de proteger a los hombres.
El día en que el maíz se siembra, / el oro, semilla del sol, se ofrece / al agua en la laguna.
Y entonces la tierra florece, / y da su fruto... vida”.

En Amerinda la relación del hombre con su medio físico y con el cosmos al cual veneraba, la “comprendió” perseverando en su pensamiento mágico. Esto involucró una interpretación mítica de la realidad, que fue su cosmovisión. Con tal configuración interpretativa ese hombre dirige su cotidiano empeño a rogar para que los fenómenos que teme y considera deidades omnipotentes lo protejan de sus furias naturales, o sea que las furias fenoménicas se aplaquen con el autosacrificio y el ritual. He aquí el por qué de su continua actitud de sumisión ante la naturaleza y a todo aquello que la involucra. Ese vasallaje a sus dioses estableció el fundamento mítico-religioso para crear una colosal obra plástica.

A los hornos de fundición se los consideraba como una matriz donde el metal concluye su gestación. La fusión de los metales constituía una creación, era considerada como la sagrada unión sexual de elementos macho y hembra. El martillo era masculino, el yunque femenino.
Los mineros hubieron de ayunar y orar, purificarse, ya que al introducirse bajo tierra entraban en una zona sagrada, de misterio y peligro. A los orfebres se los respetaba tanto como a los chamanes: ambos frecuentaban el fuego genitor y, en el caso de los artesanos del oro, les otorgaba el privilegio de producir mágicos seres protectores con poderes y sortilegios.
La magnitud cualitativa y cuantitativa de la orfebrería del amplio territorio norte, centro y sur del oeste colombiano, desarrollada durante más de dos mil años, coloca a este artesanado en el corazón de la metalurgia amerindia.
La expresión, esencialmente intimista de la joya, sirvió sin duda para la ostentación que marca la alcurnia pero también como amuleto místico. Por eso el sentido que se le daba al oro no fue semejante al criterio que de él hoy tenemos. El oro era una materia mágica donde el Ser cósmico se manifestaba y con la cual se realizaban amuletos protectores y votivos. El oro pertenecía a las ceremonias religiosas y en Suramérica no fue una moneda como entre los aztecas: su valor radicó en ser metáfora solar y de su poder.
Desde los albores Preclásicos, donde comienza la práctica de la metalurgia, hasta la llegada de la conquista tuvo tres sitios claves: Colombia, desde siglo VIl a.C.; Perú, desde fines del primer milenio a.C. entre los mochicas y posteriormente en los chimues, y entre los mixtecas desde el 1000 d.C.
Fue una técnica metalúrgica, una artesanía y, con frecuencia, un arte con la exquisitez creativa de sus diseños y su inmanencia poética, de contenidos mítico-religioso y ornamental, con valores plástico-expresivos y estéticos propios de su esencia intimista. El carácter más notorio de esa orfebrería radica en su simbolismo, figurativo o abstracto, sumergido en implicaciones fetichistas.
Algunas joyas producen un efecto de concentrado misticismo conmovedor. En general su presencia es estática, simétrica, de recogimiento. Muchas veces el expresionista lenguaje plástico se concentra en un definido sentido formal donde, con múltiples rediseños abundan aves y animales totémicos. Todo esto ocurre aún con piezas realizadas en serie parcial,
o sea con sutiles modificaciones en sus morfologías.

Este análisis pretende considerar el aspecto morfológico y expresivo, como mostración de una estética con alto contenido sagrado. La orfebrería colombiana, y sin desmedro de la talentosa y excelente creada en Perú o México, es la más vasta en mutaciones creativas, en diseños de eximia armonía y una de las más asombrosas, en superrealidad metafísica, creadas en Amerindia.

Técnicas
Las técnicas empleadas en Colombia fueron diversas y elaboradas a través de los siglos.
El material más difundido fue la aleación oro/cobre en distintas proporciones llamada tumbaga. El oro casi puro y el platino se usaron en raras ocasiones. Cada cultura demostró preferencia por una o varias técnicas y afecto por determinado tipo de joya. Así, se puede analizar cada grupo estéticamente: con sus respectivas motivaciones míticas, morfológicas y expresivas.
Es obvio que el desarrollo de esta enorme actividad metalúrgica artesanal se debió a la abundancia aurífera, tanto de oro de veta como aluvional, que proliferó por numerosos sitios del oeste colombiano. Las técnicas empleadas son las siguientes:
- Tumbaga. Aleación de oro y cobre (80% oro, 20% cobre ±) Le da dureza al oro y reduce la temperatura de fusión.
- Martillado. Estiramiento del metal sobre un yunque de piedra con martillo lítico para conseguir láminas finas.
- Repujado. Presionado de la lámina de uno o de ambos lados sobre dos distintas superficies: una dura, de piedra o madera, sobre la cual se ha tallado el motivo y de esta manera conseguir reproducciones en serie; otra blanda, donde la presión ejercida con una herramienta roma produce relieve en la cara contraria de la chapa.
- Vaciado con molde. Fundición a la cera perdida. Método para reproducir en metal una pieza modelada o tallada, por medio de un molde y un contramolde central. El espacio que se necesita entre los dos moldes se lo ocupa con una delgada capa de cera que, al calentarse el conjunto, ésta se derrite y deja el espacio libre para que lo ocupe el metal. El proceso se puede acelerar modelando directamente la pieza en cera siendo éste el método más empleado en Colombia.
- Afinación del oro. Es una técnica físico-química que consiste en mezclar el oro natural con arcilla y sal común sometiéndolo al fuego. Sucede entonces que se produce la separación del oro de los elementos que lo contaminan pues los cloruros que se forman se volatilizan o son absorbidos por la arcilla. Las pepitas que restan son de oro puro.
- Dorado. Esta técnica consiste en cubrir con una delgada capa de oro puro una pieza de tumbaga. Esto se logra con un método consistente en poner la pieza al fuego con una sustancia que contenga sal común; esto produce una película de óxido cuproso que, una vez retirada por pulimento, dejará ver una superficie áurea.
- Soldadura. Técnica de soldado autógeno, o sea con el mismo metal, o por adición, con el aporte de metal con fusión a menor calor.

Culturas colombianas con orfebrería

San Agustín. 600 a.C. - 1100 d.C.
La antigüedad del hombre en esta zona es anterior al siglo V a.C., por lo tanto hay objetos auríferos de similar edad pero muy escasos. Poseen una manufactura primitiva de martillado-laminado y simpleza formal. Los diseños de las imágenes son repujados y muestra una temática mítica con personajes humanoides. Las joyas fueron diademas o pectorales cuya forma revelan incipientes abstracciones ideográficas con finalidades mágicas.
(Se aclarara que la principal vocación plástica agustiniana fue la escultura; orfebrería y cerámica son inferiores en creatividad y cantidad.)

Tierradentro. 100 - 1550 d.C.
Pocas piezas se conservan de esta zona. (El intenso saqueo de tumbas que desde el siglo XVI hasta el presente habido en Colombia y Perú ha fundido toneladas de metal aurífero).
Trabajaron pectorales y máscaras hechas en láminas batidas y repujadas; brazaletes y collares fundidos. A pesar de lo exiguo de su acervo se puede comprobar una evolución técnica y un expresionismo mítico, de inteligente diseño para una plástica ritual. Las figuraciones encontradas son felínicas y de batracios. (El felino simboliza Tierra y Poder y la rana era una deidad pluvial.)

Tolima. 400 - 500 - 1550 d.C.
Su morfología presenta características singulares. Como norma las piezas son fundidas a la cera perdida con oro de alta ley. Sus joyas principales fueron realizadas como colgantes planos, muy esquematizados. En las imágenes abundan animales y un personaje reiterado, pero rediseñado en cada caso, que pareciera un símbolo solar. Se nota, en las joyas de tolima, un criterio naturalista y otro abstracto y superreal, a veces austero en detalles y otras de profuso calado. Lo estético de las obras es su diseño que, aún estereotipado, se lo ve renovado y con fina terminación. Además de colgantes se fundieron pectorales, pinzas para depilar, estatuillas de animales, collares, etc.

Calima. ¿a.C? - 1550 d.C.
Debido a su extensión temporal, en la zona de Calima se han encontrado numerosas joyas de chapa repujada y fundición a la cera perdida. Se observa un proceso de perfeccionamiento técnico y cambios creativos. Distinguen estas joyas dos características: el gran tamaño de narigueras, pectorales, diademas, etc. y una preferencia por láminas repujadas de oro virgen como de tumbaga.
En un principio, con simples repujados, van logrando complicados diseños con delicadas terminaciones. La variedad conceptual de formas fue una de las más eclécticas de Colombia. Sobre la chapa el repujado se estructura a menudo con cenefas perimetrales, otras se cala la lámina y en el hueco se cuelga un elemento. También se adicionan colgantes y se unen fragmentos por medio del doblado. En menor cantidad fundieron a la cera perdida trabajando piezas de distinta utilidad como figurillas, personajes míticos humanos y animales ubicados en cabezas de largos alfileres, en estatuillas expresionistas, en colgantes, pectorales, etc.
Las imágenes siempre tienen connotaciones mágicas y fetichescas. Fue norma saturar la joya barrocamente. Su criterio compositivo habitual es el simétrico y estático; sólo hay dinamismo en algunas formas repujadas.
Batiendo la chapa de oro, repujando y soldando, o a la cera perdida crearon poporos, similares a botellitas para guardar cal. Ésta se extraía con un largo alfiler por el cuello del poporo y era chupada para mezclarla en la boca con la hoja de coca y activarla. Tales recipientes ceremoniales dieron posibilidad de excelentes diseños con formas zoo y antropomorfas.
Se percibe relación con la lítica de San Agustín en minúsculas réplicas de monolitos fundidos en las cabezas de alfileres para poporos.

Muisca. 400 - 1550 d.C.
Realizaron su orfebrería fundida con tumbaga y oro de baja ley. Creativamente, variaron sus diseños de acuerdo con el tipo de joya a producir pues las diferencias formales son muy marcadas. Para poder apreciar los cambios se impone una división morfológica y de funcionalidad de las piezas.
Tunjos. Son joyas que representan un personaje de su sociedad, con plausible utilidad votiva, fetichista o talismánica, siendo abundantes y representativos del hondo intimismo muisca. Se fundieron en molde abierto de arcilla mezclada con carbón, produciéndose por miles pero siempre con distintos diseños. La factura es similar en todos: sobre una plancha, se dibujan formas humanas y ornamentos corporales con hilo de tumbaga. La terminación es descuidada y un inherente expresionismo emana de las figurillas.
La balsa. Es una obra atípica, impar en su intención documental, que muestra la ceremonia de asunción al poder de un príncipe muisca, sobre una balsa que transporta al heredero y subordinados. (Según documentos, este jefe navegaba por la laguna de Guatavita --sitio sagrado, pues para este pueblo allí se había originado la vida--, recubierto su cuerpo con polvo de oro y portando ofrendas para el dios. Una vez llegados al centro de la laguna arrojaban las joyas al agua y el consagrado nuevo rey, regresaba. Esta ceremonia dio pábulo a la leyenda de El Dorado.) Realizada con un enrejado de hilos de tumbaga la balsa se fundió a la cera perdida. Su morfología es la de los tunjos y su estructura la muestra como una escultura incipiente.
Pectorales. Como antítesis ejecutiva de los tunjos, los pectorales muestran un meditado diseño y acabada terminación. Forma y factura establecen un criterio abstracto con elementos figurativos, como norma fundidos en tumbaga y pasado volumen. Su expresión radica en la potencia de la forma general, probable abstracción zoomorfa. Los personajes agregados aluden a seres míticos, solares, o quizá a jerarcas de su ordenada y estratificada sociedad.
Narigueras y colgantes. Estas obras son objetos de uso personal y simbolizan jerarquía y alcurnia. Fundidos en tumbaga sus formas se emparentan con los pectorales. En las narigueras, se abstraen diseños de aves en entramados de chapa e hilo trenzado más colgantes adosados. Las formas generales son horizontales y su simetría compositiva anula su dinamismo. Los colgantes poseen sentido ornamental y muestran un mayor cuidado en los detalles y terminación. Casi toda la orfebrería muisca fue diseñada en dos dimensiones donde la profundidad ni siquiera se insinúa. Fueron buenos diseñadores pero mediocres artesanos: esta característica no refleja su estructura política y social ya que fue un pueblo altamente desarrollado, ubicado entre los principales de la Colombia amerindia.

Sinú. 500 - 1550 d.C.
Poseyeron una eximia vocación de orfebres y su estilo, de inspiradas creaciones, es afinado con su sapiente artesanía. Existe una gran producción donde sobresale la fundición, el dorado, el martillado y la falsa filigrana. Los tipos de joyas son múltiples: narigueras, orejeras, anillos, figurillas de aves, pectorales, cubre penes, cascabeles, animales en general y personajes humanos figurativos o abstractos. En conjunto es un mundo sumamente estético, estridente de gráciles cadencias formales que revela una aguda dedicación intimista con gran riqueza de diseños. Con dúctil plasticidad, se dedicaron a recrear joyas de un mismo uso como remates de bastones de mando o aros de notable finura preciosista. Lo superreal, expresado en pequeñas figuraciones zoomorfas, los colocó como paradigmas territoriales a tal punto que se percibe su influencia sobre los incomparables taironas.

Quimbaya. 600 - 1550 d.C.
Analizar esta orfebrería es entregarse, una vez más, al deleite estético-artesanal pues, a través de siglos, este pueblo creó joyas de complejas soluciones plásticas. Hay objetos de su orfebrería que sobresale de sus excelentes trabajos de esmerada terminación: los poporos, las "botellitas" fundidas para portar cal. Son de variadas formas y relucen con exquisito acabado de formas armoniosamente compuestas.
También realizaron pectorales con placas colgantes, collares, aros, pinzas depilatorias, pequeñas cabecitas figurativas y una serie de joyas, únicas en este universo del oro: superreales colgantes con una abstractizada figura humanoide alada y empuñando dos cetros. Se distinguen porque en lugar de cabeza tienen dos semiesferas similares a senos. Este enigmático ser, de original creación formal, posee un profundo sentido simbólico pero inaprensible, sólo factible de fantasiosas hipótesis.

Tairona. 700 - 1550 d.C.
Dueños de una manualidad única en Suramérica, fueron los más eximios artesanos orfebres de Colombia. Dominaron la fundición, martillado, repujado, filigranado, soldadura y dorado.
Su personalidad morfológica aunada a la perfección impar del acabado de las joyas los distingue como un summum creativo y realizativo.
Las joyas taironas son esculturas en miniatura. Afirmar su naturaleza escultórica las ubica artísticamente como obras de mayor trascendencia pues rebasan lo ornamental. No obstante ese logro plástico, no abandona un definido intimismo. Por lo dicho se desprende una relación entre joya y escultura.
Fundidas como norma, poseen una generosa aplicación de hilo áureo en combinaciones que, por más complejas que sean, siempre exhiben un concienzudo terminado. Las representaciones de personajes humanos o animales están cargadas de mítica presencia y aspecto fantástico. Las formas conllevan volúmenes ensamblados con una preciosista filigrana estableciendo con esta dualidad un todo armónico.
Hay parecidos temas y cambios de detalles dibujados con filigranas de sensuales curvas. El diseño de los colgantes antropomorfos, connotados con la mariposa, es magistral en su equilibrio formal y su prodigiosa imaginación creativa. Esto hace que una joya escultórica, nacida bajo el imperio de lo mítico, se una esplendente imagen artística, expresando en toda
su magnitud el Ser de la obra, donde la estética es su metáfora y lo totémico su función metonímica. La mariposa es una presencia transfigurada continua. El planteamiento estructural morfológico esta bien definido: contempla la necesidad de equilibrar un volumen central perimetrado por la filigrana. Esta distribución de un centro lleno y un borde plano y liviano hace que se produzca una original situación armónica entre la tri y bidimensión.
Todo objeto intimista tiende a ser centrípeto y esto ocurre con las morfologías de otras culturas analizadas. En el caso tairona no es así: sus ornamentos filigranados salen de su centro de volumen pleno y se expanden excéntricamente produciendo una conversión centrífuga, circunstancia que las distingue de toda la orfebrería amerindia. Hay expresionismo en su existencia poética acompañado de un barroquismo de sensual recorrido formal. Una estructura general contiene a las partes y les da integridad compositiva que embloca su imagen, hace que se retorne a la palpitación central, al corazón del intimismo, a la llama esencial del modo estético. Formalmente fueron las más coherentes joyas creadas en este territorio.

Nariño y Tumaco. 900 - 1550 d.C.
Muy distinta es la factura de estos dos pueblos semejantes en sus soluciones plásticas y técnicas. Como diseñadores no sobresalen pero sí como artesanos de finas terminaciones. Sus trabajos abundan como martillados y repujados con esporádica soldadura. Los componen narigueras, orejeras, colgantes e instrumentos musicales. Las narigueras son de chapa gruesa martillada y calada más elementos colgantes, variando los diseños entre horizontales y redondos repujados o calados. Presentan composiciones simétricas y estáticas con elementos decorativos de motivos figurativos repujados.
Los discos merecen atención aparte. Martillados como placas redondas de unos quince centímetros de diámetro están realizados de una manera única: con aplicaciones de dorado parcial para destacar el diseño geométrico. Se ve una doble textura, mate y brillante, lograda mediante la técnica del dorado por oxidación, el bruñido y el raspado. Los diseños son geométricos, con posibles implicaciones míticas.

Cauca. 1200 - 1550 d.C.
Una peculiaridad temática de esta cultura es que muchos pectorales son variaciones de un mismo personaje superrealista, con similares atributos. Este ser mítico, es presentado alado y con diadema solar, rodeado de pequeñas figuras y manteniéndose parado sobre una forma mediolunar, similar a un tumi --cuchillo de sacrificio--. Es un personaje de original diseño simétrico, estático, intimismo barroco y fundidos con eximia terminación. Poseen una composición cerrada, contenedora de un importante ente relacionado con el sol.

Conclusión
Con tanto despliegue creativo y artesanal lo realmente importante son sus originales diseños y calidades plásticas que explicitan una capacidad creadora formal mostrada con un material de difícil concreción. Explicitan su fundamento mítico-religioso y su ornamento corporal, sus inmanentes motivaciones ontológicas y una concepción de profundo intimismo.

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