domingo, 25 de julio de 2010

Manifiesto para la Estética Amerindia

De hecho, pareciera no interesar el criterio de sistematizar las estéticas de la América antigua con un análisis teórico panamerindio, que involucre fundamentos ideológicos con descripción e interpretación iconográfica. Trataré de responder a este desafío, analítico con una respuesta acorde: donde la obra plástica sea considerada como lo que es y no un mero documento de especulación histórica, pues creo que después de más de doscientos años de investigación precolombina es hora de teorizar con lo propio del arte: su estética y su filosofía.
Lo científico es imprescindible; lo histórico fundamental pero sin el humanismo el corpus queda sin lo ontológico, sin el Ser y su inmanencia poética. Dentro de aquel ámbito cultural, que ha creado semejante cantidad de obras artesanales y artísticas, lo verdaderamente importante por develar es el Para Qué, como causa de sus fundamentos mítico-religiosos aunado al Cómo fáctico con su expresión y estética.
Aún, los estudios amerindios son de un pragmatismo asfixiante, de una miope parcialidad interpretativa y de una enorme fragmentación territorial. Cada especialista traza el perímetro de su investigación y todo lo que queda afuera es ignorado. Pareciera que la cultura o el sitio que investiga y el tipo de estudio que realiza fueran lo más importante a considerar o exclusivos de ese sector de América. Casi nunca se lo compara con otra área, con otra cultura o con otros desarrollos intelectuales. Tampoco se menciona la necesidad de un cambio, de una interdisciplinaridad integradora para una cabal comprensión del fenómeno que, en general es plástico --no sólo histórico-- y por lo tanto necesita de una investigación morfológica, expresiva y filosófica. Es tan evidente esta situación, probada por la bibliografía existente, que no se comprende como nadie lo explicita.
Soy consciente de mi actitud pionera y que la intención es correcta, necesaria y justa. Trataré de realizar un avance introductorio y aportar un puñado de ideas sobre la obra visual amerindia. Conociendo un poco más el esplendor espiritual de aquel pasado, no solo socio-económico o guerrero, de ilustre magnitud espiritual, de corporeidades intelectuales: metafísicas, artísticas y laborales, comience la resurrección de aquel pensamiento consustanciado con su ámbito existencial y sus mitos y podamos percibir la honda vivencia de esas colectividades auténticas. Porque la aprehensión de un espíritu, no se logra con una disección de partes físicas sino con una aproximación y vivencia desprejuiciada, sensible y racional de la naturaleza humana. Los hombres y en particular los americanos, nos debemos la comprensión de aquella grandeza de nuestro pasado continental --sin nacionalismos regionales-- para el rescate de su memoria ancestral.
Es notorio, dentro de una concepción humanista de la cultura, que una apreciación histórica y antropológica no alcanza para una valoración integral de todo fenómeno poético. Por otra parte, si el análisis es puramente filosófico y estético se está descartando la ubicación temporal y social de dicho fenómeno.
Se observa en la bibliografía, la intransigencia de antropólogos y arqueólogos por todo lo que se salga de su positivista criterio --ellos la llaman científico-- de examinar las obras descubiertas. Consideran que “la valoración estética no conduce al conocimiento científico arqueológico”, por lo tanto descalifican un análisis desde una perspectiva que involucre una crítica filosófica y estética. Este criterio parcial es todavía hegemónico y pretende la aprehensión total del fenómeno. La bibliografía lo demuestra.
Demás esta decir que la mayoría de las obras descubiertas son artesanales o artísticas. Los fundamentos de la obra de culto artística amerindia, que involucra a todos los Géneros Plásticos, radican en profundos valores humanos, metafísicos e ideológicos: mítico-religiosos, cósmicos, estéticos y cosmovisivos. Sin esta consideración ¿qué queda de aquella obra?
Por cierto: resta un objeto físico, realizado por el hombre con un material y una técnica, para una función, en un determinado momento histórico y de acuerdo con ciertos patrones políticos y socio-económicos. Es obvio que esto es necesario saberlo para ubicar la obra en el medio cultural donde fue creada. Pero, ¿eso es todo? ¿Debemos aceptar únicamente este bagaje de conocimientos prosaicos y de dataciones con el carbono 14? ¿Aquí empieza y termina el análisis de la creación del hombre? ¿Qué comprensión tendríamos de Egipto, Grecia o India si sólo este criterio hubiera prosperado para su valoración?
Entonces, se evidencian dos caminos a seguir y una conclusión lógica:
• que una percepción integradora no puede proponerse solamente con el estudio de lo histórico y/o antropológico;
• que la obra plástica presenta una sola entidad existencial integrada por dos manifestaciones: una física para su descripción histórica e iconográfica y otra metafísica para su interpretación profunda;
• que la historia y la antropología no son antagónicas ni incompatibles con la filosofía y la estética: son complementarias. Esta verdad que parece de perogrullo, ¿es tan difícil de entender, valorar y aceptar como manera de pensar?

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