De hecho, pareciera no interesar el criterio de sistematizar las estéticas de la América antigua con un análisis teórico panamerindio, que involucre fundamentos ideológicos con descripción e interpretación iconográfica. Trataré de responder a este desafío, analítico con una respuesta acorde: donde la obra plástica sea considerada como lo que es y no un mero documento de especulación histórica, pues creo que después de más de doscientos años de investigación precolombina es hora de teorizar con lo propio del arte: su estética y su filosofía.
Lo científico es imprescindible; lo histórico fundamental pero sin el humanismo el corpus queda sin lo ontológico, sin el Ser y su inmanencia poética. Dentro de aquel ámbito cultural, que ha creado semejante cantidad de obras artesanales y artísticas, lo verdaderamente importante por develar es el Para Qué, como causa de sus fundamentos mítico-religiosos aunado al Cómo fáctico con su expresión y estética.
Aún, los estudios amerindios son de un pragmatismo asfixiante, de una miope parcialidad interpretativa y de una enorme fragmentación territorial. Cada especialista traza el perímetro de su investigación y todo lo que queda afuera es ignorado. Pareciera que la cultura o el sitio que investiga y el tipo de estudio que realiza fueran lo más importante a considerar o exclusivos de ese sector de América. Casi nunca se lo compara con otra área, con otra cultura o con otros desarrollos intelectuales. Tampoco se menciona la necesidad de un cambio, de una interdisciplinaridad integradora para una cabal comprensión del fenómeno que, en general es plástico --no sólo histórico-- y por lo tanto necesita de una investigación morfológica, expresiva y filosófica. Es tan evidente esta situación, probada por la bibliografía existente, que no se comprende como nadie lo explicita.
Soy consciente de mi actitud pionera y que la intención es correcta, necesaria y justa. Trataré de realizar un avance introductorio y aportar un puñado de ideas sobre la obra visual amerindia. Conociendo un poco más el esplendor espiritual de aquel pasado, no solo socio-económico o guerrero, de ilustre magnitud espiritual, de corporeidades intelectuales: metafísicas, artísticas y laborales, comience la resurrección de aquel pensamiento consustanciado con su ámbito existencial y sus mitos y podamos percibir la honda vivencia de esas colectividades auténticas. Porque la aprehensión de un espíritu, no se logra con una disección de partes físicas sino con una aproximación y vivencia desprejuiciada, sensible y racional de la naturaleza humana. Los hombres y en particular los americanos, nos debemos la comprensión de aquella grandeza de nuestro pasado continental --sin nacionalismos regionales-- para el rescate de su memoria ancestral.
Es notorio, dentro de una concepción humanista de la cultura, que una apreciación histórica y antropológica no alcanza para una valoración integral de todo fenómeno poético. Por otra parte, si el análisis es puramente filosófico y estético se está descartando la ubicación temporal y social de dicho fenómeno.
Se observa en la bibliografía, la intransigencia de antropólogos y arqueólogos por todo lo que se salga de su positivista criterio --ellos la llaman científico-- de examinar las obras descubiertas. Consideran que “la valoración estética no conduce al conocimiento científico arqueológico”, por lo tanto descalifican un análisis desde una perspectiva que involucre una crítica filosófica y estética. Este criterio parcial es todavía hegemónico y pretende la aprehensión total del fenómeno. La bibliografía lo demuestra.
Demás esta decir que la mayoría de las obras descubiertas son artesanales o artísticas. Los fundamentos de la obra de culto artística amerindia, que involucra a todos los Géneros Plásticos, radican en profundos valores humanos, metafísicos e ideológicos: mítico-religiosos, cósmicos, estéticos y cosmovisivos. Sin esta consideración ¿qué queda de aquella obra?
Por cierto: resta un objeto físico, realizado por el hombre con un material y una técnica, para una función, en un determinado momento histórico y de acuerdo con ciertos patrones políticos y socio-económicos. Es obvio que esto es necesario saberlo para ubicar la obra en el medio cultural donde fue creada. Pero, ¿eso es todo? ¿Debemos aceptar únicamente este bagaje de conocimientos prosaicos y de dataciones con el carbono 14? ¿Aquí empieza y termina el análisis de la creación del hombre? ¿Qué comprensión tendríamos de Egipto, Grecia o India si sólo este criterio hubiera prosperado para su valoración?
Entonces, se evidencian dos caminos a seguir y una conclusión lógica:
• que una percepción integradora no puede proponerse solamente con el estudio de lo histórico y/o antropológico;
• que la obra plástica presenta una sola entidad existencial integrada por dos manifestaciones: una física para su descripción histórica e iconográfica y otra metafísica para su interpretación profunda;
• que la historia y la antropología no son antagónicas ni incompatibles con la filosofía y la estética: son complementarias. Esta verdad que parece de perogrullo, ¿es tan difícil de entender, valorar y aceptar como manera de pensar?
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